Este cometario en el blog nace de la propuesta de trabajo de aula presentada
por la doctora en Historia del Arte, doña Yolanda Gil Saura docente de la Universitat de
València. En el estudio a realizar por el alumnado primero era necesario elegir uno de los tres contratos de obra
(realizados en tiempos pretéritos) que la profesora presentaba para la ejecución de una práctica de interpretación y comparación
de elementos arquitectónicos.
Es decir, verificar lo que se contrató por escrito para la obra y compararlo con el material que puede
contemplarse hoy en día.
Pudiendo elegir entre uno de
estos tres edificios: la catedral metropolitana, la basílica de la Virgen de
los Desamparados y la iglesia de Santa Catalina.
Personalmente me decanté
por el documento elevado a público
firmado entre el ilustrísimo señor don Luis Alfonso de los Cameros, arzobispo
de Valencia y el arquitecto Juan Bautista Pérez Castiel, el 3 de febrero de
1675 ante el notario don Antonio Juan de Tortrella en la ciudad de Valencia.
El mismo resulta muy
interesante de leer, sobre todo porque además de la información de los lugares
de las intervenciones, los materiales y medidas; refleja que ya en aquella
época era bastante complicado “lidiar” con arquitectos…
El contrato estipulado y
elevado a público ante notario da fe de la importancia de pactar de ante mano
todo lo relacionado a la ejecución de obras en lugares emblemáticos ya en el
siglo XVII. Existe además un documento que antecede a estas nuevas
capitulaciones, se firmó el 17 de febrero de 1671 entre el arzobispo y el
arquitecto anteriormente nombrados. Se pactó entonces que en el plazo de dos
años y medio se ejecutara el revestimiento marmóreo de toda la Real Capilla.
Parece ser que hasta el 12 de junio de 1674 no se inician las intervenciones,
concluyéndose la obra consustancialmente en 1682…
¿Quién habló de cumplir
plazos…?
Durante esos años hubo desavenencias entre el cabildo, quien sufragaba la obra “por su cuenta y de sus bienes propios”, es decir; de forma personal, y el arquitecto. Según el doctor Pingarrón en su libro Arquitectura religiosa del siglo XVII, encontramos: “Hitos importantes en el curso de las obras fueron las segundas capitulaciones con Pérez en 3 de febrero de 1975 (…)”.
Precisamente por este motivo las elegí de entre las otras dos opciones que se nos presentaban en el aula.
Entendemos pues que esta obra de modificación barroca de la Capilla Mayor fue la verdadera protagonista de todo el siglo XVII, dentro de la propia catedral. Y es en este contexto donde me propuse acudir a la catedral con mi cámara del móvil, una regla de metal y el ingenio suficiente para poder verificar lo contratado, con lo ejecutado…
Realizar un trabajo de investigación sobre un documento notarial de un arquitecto que trabajó en Valencia durante el siglo XVII, valorando su obra con los medios que proporciona la Valencia del siglo XXI, es un ejercicio apasionante… Decir que únicamente han pasado más de 340 años desde que se ejecutó dicha obra y esta sigue en pie despertando admiración y controversia… Casi nada.
Por otra parte, es un imperativo saber que siempre encontraremos críticas a favor y en contra de las obras de creación artística, sean cuales sean, estén donde estén. En general, no a todo el mundo lo innovador, lo nuevo o “la moda” le parece lo correcto.
Con información del presente es injusto “juzgar” lo realizado en el pasado.
Incluso de forma personal nuestros propios actos no deben de medirse en estas
circunstancias porque “reprochar” no es sano.
Durante esos años hubo desavenencias entre el cabildo, quien sufragaba la obra “por su cuenta y de sus bienes propios”, es decir; de forma personal, y el arquitecto. Según el doctor Pingarrón en su libro Arquitectura religiosa del siglo XVII, encontramos: “Hitos importantes en el curso de las obras fueron las segundas capitulaciones con Pérez en 3 de febrero de 1975 (…)”.
Precisamente por este motivo las elegí de entre las otras dos opciones que se nos presentaban en el aula.
Entendemos pues que esta obra de modificación barroca de la Capilla Mayor fue la verdadera protagonista de todo el siglo XVII, dentro de la propia catedral. Y es en este contexto donde me propuse acudir a la catedral con mi cámara del móvil, una regla de metal y el ingenio suficiente para poder verificar lo contratado, con lo ejecutado…
La catedral metropolitana de Valencia es un
edificio singular que provoca muchísima expectación a la hora de referirse al
mismo. Podríamos mencionar algunos de los trabajos de compilación monumental
más importantes realizados en Valencia por profesores de la Universidad,
pertenecientes al Departamento de Historia del Arte, en los cuales se hace
referencia a los trabajos efectuados por el arquitecto Pérez en siglo XVII
dentro de la Catedral desde diferentes puntos de vista, para poder dar una idea
general del estado de dicha intervención.
Realizar un trabajo de investigación sobre un documento notarial de un arquitecto que trabajó en Valencia durante el siglo XVII, valorando su obra con los medios que proporciona la Valencia del siglo XXI, es un ejercicio apasionante… Decir que únicamente han pasado más de 340 años desde que se ejecutó dicha obra y esta sigue en pie despertando admiración y controversia… Casi nada.
Sobre el trabajo que he
presentado en el aula, me permito añadir lo más anecdótico del mismo.
Revisar una estructura como la
del presbiterio de la catedral de Valencia parte en primer lugar de conocer
la historia constructiva del templo. A pesar de que el resumen que hemos
trasladado en el trabajo es el que tiene la página web institucional, diremos que la lectura de
varios manuales ha permitido sintetizar y conocer mejor el edificio. Tras reconocer
la huella dejada por los artistas y arquitectos artífices de ese gran edificio,
podemos entonces comenzar a reflexionar sobre unas bases o estado de la cuestión.
Propongo detenernos a finales
del siglo XVII y realizar un ejercicio de empatía con el arzobispo de Valencia.
Bajo sus órdenes y patrocinio, se va a ejecutar el revestimiento del antiguo
altar gótico. Probablemente en ese momento las pinturas “deterioradas” de Paolo
Leocadio del ábside, resultan “poco agradables” a la vista. Si a esta situación se le suma que, en la
corte de Madrid, el gusto por el revestimiento en piedras y mármoles es casi
una moda impuesta… el resultado es de esperar.
Por esto, a pesar de que el trabajo se ceñía la estudio de un acta notarial, aludir en esta investigación
a otras realizadas por profesionales estudiosos de la Historia del Arte
era obligado con el fin de explicar el porqué de esta obra y sus consecuencias en un contexto histórico definido.
Así, tras identificar los elementos,
fotografiarlos y diseñar el modo de presentarlos, lo que ha supuesto más horas de
trabajo de investigación ha sido el ejercicio de lectura y síntesis de las investigaciones y
comentarios que aparecen en el apartado de reflexiones en torno a la obra del
arquitecto Pérez. Estas han ampliado mis conocimientos sobre el barroco
valenciano, además de dar respuesta a inquietudes que me habían surgido
respecto a la obra.
Diremos también que, conocer la
forma en que se abordaba este tipo de obras gracias a los documentos
estudiados: con plazo de ejecución pactados, presupuesto cerrado, descripción
de materiales, etc. es necesario para no aventurar hipótesis sin fundamentos. Por
eso entiendo la importancia de haber leído un contrato de obra, de haberlo
trabajado y estudiado en esta asignatura del Grado de Historia del Arte.
Como conclusión a las mismas digo y afirmo que están muy
bien “ejecutadas”. Es decir; cumplen las expectativas pactadas en las
capitulaciones a simple vista.
Tal y como se construye en el siglo XXI, parece
ser que están en condiciones de resistir varias centurias más, sin caerse del
muro (tal y como está sucediendo con el edificio de la ópera de Valencia diseñado por Calatrava).
Por otra parte, es un imperativo saber que siempre encontraremos críticas a favor y en contra de las obras de creación artística, sean cuales sean, estén donde estén. En general, no a todo el mundo lo innovador, lo nuevo o “la moda” le parece lo correcto.
Los estudiosos y entusiastas
del barroco amarán la decoración barroca y profusa, la describirán con esmero
y musicalidad siempre.
Dependiendo pues del punto de
vista del observador, encontraremos diferentes opiniones de gusto. El sentido
mismo histórico de la creación artística estará sometido a juicio constantemente,
ya no solo de los coetáneos que ven ejecutar la obra, sino de todas las
generaciones futuras que la estudien.
La belleza de la creación dependerá
siempre de los ojos de quien la observe. Y no hay nada más complicado que
“reformar” algo o “revestir una arquitectura” y esperar que a todo el mundo
opine favorablemente. No es cuestión de esmero o buen hacer del artista… al
final depende de quién aprecie más lo nuevo o lo anterior, lo profuso o lo
austero.
Por mi parte invitar al lector a disfrutar de nuestra seo… y
que opine.
GRACIAS POR TU TIEMPO DEDICADO A REFLEXIONAR CONMIGO
ok
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