El 10 de octubre de 2021 a las 18h tuve la suerte de ver en Les Arts el Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart.
Mis amigas Alicia y Mabel fueron quienes me proporcionaron la oportunidad de ir a la ópera con Esther. Carlos Moukarzel, quien nos animó.
En este vídeo expreso mi más sincero agradecimiento a esta maravillosa adaptación.
Considero necesario demostrar emociones en público, más surgidas de una experiencia artística.
Nunca hubiera esperado romper a llorar tantas veces. No quiero escribir nada de lo que vi porque si alguien leyera esta reseña quisiera que estuviera en blanco, tal cual acudí yo al Requiem.
Sabía que iba a un entierro. A una despedida en clave musical y sacra.
Sabía que los sonidos y las letras que iban a ser cantadas me conducirían a Dios, al Altísimo y a Cristo.
Lo que no sabía es que la escenografía y la maravillosa interpretación de todos quienes actuaron harían de esta actuación una verdadera epifanía.
No solo por el propio descubrimiento de la música de entierro llevada a la escena operística. Este giro es ya de por sí algo realmente singular.
No. Me refiero a la profundidad de la lectura de esta despedida, de este sepelio en donde vi reflejada a la humanidad en todas sus edades, en todas sus creaciones, en toda su finitud.
Un ataque de verdadera humildad me sobrecogió a lo largo de toda la ceremonia.
Cuando veía al coro danzar entrelazados, cogidos de la manos en círculos, me unía a ellos en sus cantos... Era una alegría contenida, necesaria para poder soportar el dolor de la despedida que estaba siendo interpretada ante mis ojos.
Mis sentidos estuvieron en continua ebullición. La vista se recreó durante toda la obra gracias al magnífico trabajo de escenografía. El olor a pintura y tierra me introdujo en la escena, junto a quienes interpretaban.
Los solos del niño soprano, la interpretación del Cor de la Generalitat Valenciana, la música... sedujo desde el primer momento mi sentido auditivo.
En mi boca todavía quedaba un poquito de gusto a café. Ese que tomé antes de entrar a la ópera con Esther.
Ella cogía mi mano. Sostenía mi ser mientras la tristeza y la emoción se me llevaban a lo más hondo de mi corazón.
Contuvo conmigo sus lágrimas y las mías. Hasta que no pudimos soportar más la belleza de lo que se estaba interpretando ante nuestros ojos.
Momento culminante:
Cuando la tierra cae y todo queda enterrado. No hay consuelo para mí.
Los responsables de mi emoción desbordada son:
Es la nueva producción del Palau de les Arts Reina Sofía, en coproducción con el Festival d’Aix-en-Provence, Adelaide Festival, Theatre Basel, Wiener Festwochen y La Monnaie.
