ENCUENTROS CON LA MEMORIA ÁCIDA Y DULCE DE UNA NARANJA RECIÉN COGIDA DEL ÁRBOL
El día 24 de febrero de 2013 sobre las 12:00h me disponía a escuchar un concierto de cuerda muy cerquita del Jardí Botànic. Haciendo tiempo descubrí primero una misa ortodoxa celebrada en una capilla de un antiguo colegio católico. El fervor de aquellas personas me sobrecogió de manera inusual y en ese estado de meditación y recogimiento entré en la exposición “Huertos de naranjos. Visiones culturales de un paisaje”, comisariada por Adrià Besó, profesor en el Departamento de Historia del Arte de la Universitat de València.
Casualmente me encontré sola en la sala y al comenzar a contemplar el conjunto creado con los paneles en fondos de plata, las numerosas fotografías y las proyecciones en blanco y negro, me transporté a un tiempo pretérito en donde el paisaje natural valenciano se modificó por la actividad humana en un vergel susceptible de producir, de dar riqueza a través de la industrialización del mercado de la naranja…
Según explica Adrià Besó “no es una exposición sobre la naranja, o sobre el naranjo, sino sobre las visiones del paisaje del naranjal por parte de las diferentes formas de expresión artística. Un nuevo paisaje arraigado en la tradición cultural valenciana del huerto-jardín que transformó los secanos próximos a las llanuras litorales hasta convertirlo en un auténtico vergel. Esto es un testimonio ilustrativo que la transformación necesaria del paisaje que se produce cuando finalizan los ciclos económicos no debe significar siempre su destrucción o urbanización, sino que puede dar resultados sorprendentes y de una gran calidad estética, como ocurrió hace más de cien años con los huertos de naranjos”.
Según explica Adrià Besó “no es una exposición sobre la naranja, o sobre el naranjo, sino sobre las visiones del paisaje del naranjal por parte de las diferentes formas de expresión artística. Un nuevo paisaje arraigado en la tradición cultural valenciana del huerto-jardín que transformó los secanos próximos a las llanuras litorales hasta convertirlo en un auténtico vergel. Esto es un testimonio ilustrativo que la transformación necesaria del paisaje que se produce cuando finalizan los ciclos económicos no debe significar siempre su destrucción o urbanización, sino que puede dar resultados sorprendentes y de una gran calidad estética, como ocurrió hace más de cien años con los huertos de naranjos”.
Los puntos de reflexión que proponía la exposición me llevaron a profundizar
sobre nuestro paisaje, el autóctono nuestro, el del naranjo, como verdadero mantenedor de toda una economía de subsistencia para todos aquellos afectado por la crisis. El carácter “meninfotic” del pueblo valenciano hace que esta riqueza se esté transformando y perdiendo.
Tuve la ocasión pues de pasear entre 1880 y 1930 por naranjos y huertos gracias a esta exposición. De conocer cómo el huerto jardín valenciano se transformaba por razones comerciales en un huerto productor de naranjos. Explicaron como el huerto canónico burgués recogía no sólo el preciado fruto sino también el calor de sus habitantes en magníficas residencias.
Las alfombras verdes de naranjos que bordean la A7 hacia Alicante también fueron inmortalizadas por la exposición desde los albores de su nacimiento… Cuántas personas dedicaron sus vidas a eso cultivos, con cuanto cariño y sabiduría realizaron su trabajo porque aún hoy es visible...
Sabemos que estos paisajes fueron fuente de inspiración de pintores, poetas y escritores. Casi todos han pervivido sin cambios demasiado sustanciales hasta hace relativamente poco. En nuestros corazones y en nuestros bolsillos sabemos el daño que sobre el territorio ha realizado la especulación urbanística... Se hacen inevitables en la retina del espectador las comparaciones de estas imágenes de antaño con las actuales, campos con árboles repletos de frutos sin recoger, con las naranjas desperdigadas por el suelo muriendo una a una...
sobre nuestro paisaje, el autóctono nuestro, el del naranjo, como verdadero mantenedor de toda una economía de subsistencia para todos aquellos afectado por la crisis. El carácter “meninfotic” del pueblo valenciano hace que esta riqueza se esté transformando y perdiendo.
Tuve la ocasión pues de pasear entre 1880 y 1930 por naranjos y huertos gracias a esta exposición. De conocer cómo el huerto jardín valenciano se transformaba por razones comerciales en un huerto productor de naranjos. Explicaron como el huerto canónico burgués recogía no sólo el preciado fruto sino también el calor de sus habitantes en magníficas residencias.
Las alfombras verdes de naranjos que bordean la A7 hacia Alicante también fueron inmortalizadas por la exposición desde los albores de su nacimiento… Cuántas personas dedicaron sus vidas a eso cultivos, con cuanto cariño y sabiduría realizaron su trabajo porque aún hoy es visible...
Sabemos que estos paisajes fueron fuente de inspiración de pintores, poetas y escritores. Casi todos han pervivido sin cambios demasiado sustanciales hasta hace relativamente poco. En nuestros corazones y en nuestros bolsillos sabemos el daño que sobre el territorio ha realizado la especulación urbanística... Se hacen inevitables en la retina del espectador las comparaciones de estas imágenes de antaño con las actuales, campos con árboles repletos de frutos sin recoger, con las naranjas desperdigadas por el suelo muriendo una a una...
Y en mi caso no me queda otra que abandonar la idea de asistir al concierto.
Es hora de actuar de buscar un campo de naranjas abandonado, de recoger todas las que pueda del mismo para que no se pudran y mueran…
Es hora de hablar con los Ayuntamientos y que se hagan “collas de apadrinamiento” en donde aquellos hombres y mujeres que están pasando necesidad puedan acudir a esos huertos abandonados para recoger lo que sus dueños dejan perder de forma irremediable…
Puede que el ciclo de la naranja como monocultivo intensivo haya llegado a su fin en aquellas comarcas donde comenzó de forma temprana y es por esta misma razón que hemos de reinventar su uso: alacena de los más necesitados. Y dejar la conversión en suelo urbanizable y los árboles maderables para otros tiempos.
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